No sé a vosotros, pero a mí durante años, (sí, sí, durante años) se me resistieron las croquetas. Mi madre las prepara con los restos de la carne del cocido. Pero cuando yo lo intenté, el fracaso fue rotundo.
Estaba recién casada y creo que mi marido (gran devorador de croquetas) se comió dos o tres, y por compromiso la primera vez que las hice, estaban malísimas. El caso es que, las preparé igual que mi madre, (o al menos eso creía) pero yo le eché el caldo del cocido. Con lo cual, era como comer puchero a mordiscos, no me quiero ni acordar.
Después de varios intentos más, a cual más malo, decidí que las croquetas no eran lo mío.
Pasaron los años y un día viendo lo fácil que hacía Arguiñano las suyas, me dije, -tú sí que puedes-. Y con lo que tenía en aquel momento a mano, me preparé para mi "reto croquetas".
El día anterior habíamos comido pollo asado (del asador), y me dispuse a probar con aquella carne tan sabrosa.
Un par de intentos y me salieron mis primeras croquetas comestibles de principio a fin.
Ni os imagináis lo contenta que me puse, reto superado y marido feliz, je, je.
Desde entonces tengo que ocultar la masa en la nevera, para que no desaparezca antes de hacer las croquetas. Aunque es bastante difícil, ya que el plato que uso para enfriarlas casi no cabe en la nevera.
Me entendéis, ¿verdad?, seguro que a más de uno os pasa lo mismo.
En la foto se me olvidó poner los dos huevos que utilicé para rebozar las croquetas, las prisas.
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