Lo más importante para mí de esta receta es el pan para torrijas; ha de ser un pan que aguante bien estar empapado en leche y luego en huevo antes de llevarlo a la sartén, pues si no se nos romperá.
Postre humilde donde los haya, pues está elaborado básicamente con pan del día anterior, huevos, leche y azúcar, pero que no falta en ninguna mesa por estas fechas de Semana Santa. Curiosamente, la tradición manda que este plato sustituya la carne en la cuaresma. Data del siglo XV y ha sido utilizado -y no me extraña por su aporte energético-, para la recuperación de parturientas.
Por lo que he leído se elabora básicamente de igual forma en cualquier rincón de España (y también de Latinoamérica), con pequeñas variaciones bien en lo que se añade a la leche para aromatizarla (canela, cáscara de naranja o de limón, licor) o en la terminación del postre (crema, chocolate, nata).
Elaboración para unas 14 rebanadas:
Ponemos en un cazo a hervir la leche con la cáscara de naranja, el anís estrellado, el vino moscatel y las 4 cucharadas de azúcar (más si te gustan más dulces).
Cuando haya hervido un par de minutos a fuego suave y vigilando de que no se salga la leche lo apartamos y esperamos a que temple.
Ahora colocamos todos los ingredientes restantes a mano.
Batimos los huevos en un plato, en un bol ponemos la leche aromatizada colada y, en otro plato, ponemos el azúcar mezclada con la canela.
Vamos empapando las rebanadas en leche, y luego en huevo, a continuación freímos y ponemos en papel absorvente antes de pasarlas por el azúcar con canela.
El aceite se ensucia bastante con las torrijas, pero la solución está en colar el aceite y seguir friendo.
Buena Semana Santa!
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